Fahrenheit 451.- La temperatura en la que los libros arden

En 1953, Ray Bradbury publicó Fahrenheit 451, una novela distópica que se ha convertido en un referente literario sobre los peligros de la censura y la alienación cultural. Bradbury, inspirado por el clima de represión política del macartismo y el impacto de los medios de comunicación masivos, imaginó un futuro donde los libros están prohibidos y los «bomberos» queman cualquier obra escrita. La novela critica la opresión gubernamental y la pasividad de una sociedad que prefiere el entretenimiento superficial antes que el conocimiento. Fahrenheit 451 sigue siendo una advertencia sobre los riesgos de abandonar el pensamiento crítico y la cultura escrita, y su mensaje resuena con fuerza en la era digital actual.

Ray Douglas Bradbury nació el 22 de agosto de 1920 en Waukegan, ciudad ubicada en el estado de Illinois (EE. UU.). El escritor tuvo una infancia difícil, debido principalmente a las críticas de sus compañeros de escuela, pero sobre todo por las recurrentes pesadillas que le afectaban prácticamente a diario. Desde pequeño tenía una gran pasión por la lectura y la escritura, marcándose metas diarias para llegar a dedicarse en un futuro a ello.

Debido a la Gran Depresión, la familia tuvo que emigrar a California en el año 1934 y debido a los problemas económicos que provocó la Gran Depresión, Bradbury tuvo que empezar a trabajar como repartidor de periódicos en 1938. Al no poder pagar su formación educativa, decidió iniciar un proceso como autodidacta yendo a diario a la biblioteca pública. Esta práctica lo llevó a convertirse en escritor profesional dos años después.

Finalmente, en la década de los noventa, compartió sus pensamientos contra un sistema educativo americano marcado por la pérdida de interés por la lectura y el aprendizaje. Defendió los libros y las bibliotecas como lugares de culto hasta el final de su vida, el 5 de junio de 2012 a la edad de 91 años.

A lo largo de su carrera profesional destacan sobre todo las obras que lo llevarían a ser conocido internacionalmente: Crónicas Marcianas (1950) y Fahrenheit 451 (1953), catapultando internacionalmente el género de ciencia ficción. En estas narraciones, el autor pretende plantear posibilidades futuras. Crónicas Marcianas se centra en los viajes espaciales y el fin del hombre, mientras que Fahrenheit 451 cuestiona el futuro a través de una mirada en el presente.

La segunda obra nos ubica en una sociedad en amenaza de guerra (y posterior inicio), donde imperan el consumo de masas y el desarrollo tecnológico, también, en el libro hay otros elementos que están inspirados en momentos históricos como es el incendio de la Biblioteca de Alejandría y la polarización del mundo debido a la Guerra Fría.

El protagonista es Montag, uno más del equipo de bomberos que se encarga de quemar los últimos libros que quedan en la sociedad. Un día, volviendo a su casa, se encuentra con Clarisse, una niña que, por la peculiaridad de sus pensamientos y la profundidad de las preguntas que hace, sorprende y hace reflexionar al protagonista sobre la felicidad.

Tiempo más tarde, durante la incursión en la casa de una anciana y confirmarse que tenía una biblioteca, ella se inmola junto a su hogar. Es entonces cuando Montag recoge uno de los libros antes de que todo se quemara. Otro hecho que afecta directamente al protagonista es la sospechosa muerte de Clarisse.

Después de vivir todos estos sucesos, cae enfermo y no puede asistir a la jornada, pero Beatty (capitán de los bomberos), sospechoso de que Montag tenga libros, lo va a visitar. Es en este espacio donde el capitán expone una descripción de cómo la sociedad ha caído en ese estado, también aprovecha el momento para justificar los motivos de la eliminación de la lectura. Finalmente, casi convencido de que el bombero había incumplido la ley, le da un espacio de 24 horas para devolver alguno de los materiales que se había llevado.

Cuando el capitán se va de la casa, Montag saca de un escondite varios libros que ha ido recolectando durante el paso de los años. Al no entender nada, llama a un antiguo profesor de literatura, llamado Faber, con quien se reunirá y trazará un plan para combatir contra el sistema. Sin embargo, cuando vuelve a la estación de bomberos y suena la alarma, el equipo hace una parada en su hogar, Mildred (su esposa) lo había denunciado. El protagonista, obligado por el capitán, destruye su hogar, pero como venganza asesina a Beatty y a sus compañeros, convirtiéndose en el mayor delincuente del momento.

Finalmente, después de una larga persecución y huir de la ciudad, descubre una sociedad dedicada a la memorización de libros para que los conocimientos no se pierdan con el tiempo. Es en este momento, cuando Montag reflexiona acerca de la jaula en la que había estado viviendo, reconociendo las técnicas de manipulación impuestas por el gobierno y descubriendo las obras literarias de los autores más destacados. Pero, con motivo del inicio de la guerra total, la sociedad es destruida y recae en las manos del grupo la misión de crear una nueva era.

Descripción y contexto socioeducativo

En este mundo, no se hace mención a los que tienen el poder, pero sí al equipo de bomberos que, paradójicamente, tienen la función de quemar y eliminar libros, algo que extraña a Clarisse, una de les personajes que pregunta: “¿Es cierto que, hace mucho tiempo, los bomberos, en vez de provocar incendios, los apagaban?”. En este caso, el encargado de dirigir las acciones censoras es el capitán Beatty, líder y máximo exponente que cuenta con una instrucción y capacidad de reflexión superior a la de los integrantes del cuerpo y otros personajes de la obra.

Sobre los integrantes de la sociedad no se exponen explícitamente (clases sociales, élite, etc.), pero por las descripciones de la novela, se pueden distinguir dos grupos: por un lado, la población que vive en las grandes ciudades y que son víctimas directas de la maquinaria manipulativa impuesta. Esto mismo se simboliza con la metáfora de las pantallas y el núcleo familiar en una escena en la que Mildred dice que “esa es mi familia”, refiriéndose a los programas de la televisión.

Otra frase que representa a este grupo y dicha por el mismo personaje es que “cualquier hombre que crea que puede engañar al gobierno y engañarnos a nosotros está loco”. Ambas afirmaciones demuestran que los sistemas de manipulación del gobierno están funcionando gracias a estrategias de manipulación que los ciudadanos no llegan a percibir, una violencia silenciosa.

En relación con la unión familiar, esta ha pasado a ser algo descuidado, ya que no hay un esfuerzo para fortalecer los lazos. Durante la lectura se puede observar una falta de comprensión entre la pareja de protagonistas, con momentos clave como el desinterés de la mujer cuando él está enfermo o el ambiguo diálogo que tienen al preguntarse dónde se conocieron e iniciaron la relación, pero ni uno ni otro es capaz de responder.

Por otro lado, existe un grupo de intelectuales del final de la obra. Estos tienen la misión de memorizar los textos porque consideran que es “mejor guardarlos en las viejas cabezas, donde nadie pueda verlos ni sospechar de ellos”, esto permite evitar su destrucción. Además, para luchar contra el maquiavélico plan de destrucción de la cultura, cada uno de ellos representa uno de los libros memorizados, como explica uno de los integrantes: “todos somos fragmentos de historia y literatura y derecho internacional: aquí están Byron, Tom Paine o Maquiavelo.

El primer sistema de manipulación al que quisiera hacer mención es la prohibición e incineración de la literatura y la historia. Esta práctica tiene la misión de atacar directamente al pensamiento de los sujetos y eliminar cualquier oportunidad para desarrollar conocimientos o la capacidad de razonamiento. El motivo principal está ligado al miedo de los líderes a las personas sabias y con ideales e interpretaciones impenetrables porque son aquellas que tienen un mayor dominio del pensamiento y la cultura. De esta forma, basándose en esta afirmación, tratan de eliminar estos enemigos y cualquier posibilidad de revolución.

Para lograr un control, no solamente se han usado a los bomberos, sino que ha ido más allá. Como expone Beatty, “los libros se fueron acortando. Versiones reducidas. Síntesis. Tabloides” durante largo un proceso que se ha extendido con el tiempo y paulatinamente ha ido reduciendo la información. Todo esto con reediciones que presentan dibujos y fotos de forma más recurrente para que “la mente beba cada vez menos”. Un ejemplo de ello es Hamlet, una de las muchas obras que no ha sobrevivido a esta censura porque terminó siendo “un resumen de una página” en una publicidad con una invitación a “leer” los clásicos y otras fotos publicitarias.

Esto comunica directamente con el concepto de educación porque en el sistema formativo de los más jóvenes funciona muy similar a lo descrito anteriormente, “se acorta la escolarización, se relaja la disciplina, se abandonan las humanidades y poco a poco todo lo demás se descuida, para ser ignorado por completo”. De esta justificación se comprende que los contenidos de la formación han disminuido su efectividad drásticamente, pero realmente es todo lo contrario, por el hecho que se cumple el objetivo de los líderes.

La metodología tampoco ha estado ausente de sufrir transformaciones. En este caso, las clases son de una hora “para ver la televisión, luego una hora de baloncesto o béisbol, otra hora de documentales de historia o pintura, y más deportes”. Es un proceso repetitivo en que el alumnado es el objeto pasivo, un muñeco del sistema sin capacidad de reflexión ni pensamiento que, tal y como expone Clarisse sobre la condición de estudiantes es que “nunca hacemos preguntas, solo nos dan respuestas”. De esta forma, el gobierno toma ventaja incluso en el desarrollo educativo de los jóvenes, adelantándose a la propia familia porque “el ambiente hogareño puede destruir gran parte de lo que se intenta en la escuela”.

Saliendo de las aulas y volviendo a la manipulación social, es necesario comentar el uso de las tecnologías en masa junto a los elementos publicitarios que se encuentran en todos lados. En esta sociedad, sus habitantes han caído en el conformismo y en sueños materialistas, como es poner una cuarta pantalla (televisión) en la pared, solamente para mejorar el volumen y la calidad, incluso si es necesario “prescindir de algunas cosas”.

Todo este interés por comprar y observar contenidos vacíos viene en gran parte por el “bombardeo de información constante” al que son sometidos. Pudiéndose ver en acciones básicas del día a día, como coger el tren subterráneo y escuchar anuncios a todas horas o incluso al conducir de un sitio a otro y fijarse en los carteles publicitarios de los altos muros, que, anteriormente, eran de diez metros y permitían ver lo que había más allá.

Después de conocer todos los sistemas de manipulación y la sociedad, es necesario hacer mención a las consecuencias de aquellos que tienen libros o han desarrollado su pensamiento. En estos casos son asesinados de formas sospechosas, como es el caso de Clarisse con el atropello e incluso otros niños y niñas que mueren igual solamente por sobresalir en sus estudios y pensar. También destacan las muertes violentas, esto mismo puede verse al final de la obra cuando el sabueso metálico asesina a un hombre.

Por último, quisiera exponer uno de los planteamientos que resumen esta obra: “abrúmalos con información hasta que estén atiborrados, pero se crean inteligentes, para que crean, que piensan, qué están en movimiento sin moverse”. Una frase que da mucho que pensar y resume perfectamente el contenido y el motivo de las acciones del poder contra el pensamiento.


Artículo extraído de la investigación Utopías y distopías: la exposición de nuestro mundo presente realizada por Arnau Morer i Capdevila y tutorizada por Félix Santolaria Sierra. Universitat de Barcelona, 2024.

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