The Red Special, la guitarra de Queen

El personaje más icónico de Queen es, sin discusión, Freddie Mercury. No obstante, de los tres miembros restantes del grupo se puede contar alguna historia que está a la altura del mito del cantante. Otro de los personajes de la banda es Brian May, un guitarrista que dota de polifonías y ritmos maravillosos al sonido distintivo de Queen con el instrumento que siempre le acompaña: la guitarra Red Special.

Resulta que el tipo ya debía de ser rarete de pequeño, porque en vez de concentrarse en las fruslerías más comunes de su edad, a los diecisiete años se propuso construir con sus propias manos y con la ayuda de su padre, un ingeniero electrónico, nada menos que una guitarra eléctrica. Y vaya si lo consiguió.

Si bien la razón del proyecto de construcción del instrumento se debe a que la familia no tenía los recursos suficientes para costear ni siquiera un ejemplar de baja calidad, a nadie se le escapa una cierta predilección del personaje por el ambicioso plan.

Se construyó la guitarra con madera de una antigua chimenea, los restos de una mesa, unos botones del costurero de su madre, unos sensores que compraría a bajo precio y el resto de material que pudo encontrar entre chatarras y cajones de sastre.

Hasta aquí, todo bien. La historia del típico niño manitas que emplea el tiempo en construir su propio instrumento musical. Algo que puede suceder en ocasiones y en tantos otros hogares. Pero la historia no acaba aquí.

Lo alucinante del caso es que esa guitarra no tuvo un corto uso, hasta que su propietario pudiese disponer de otra. Nada de eso. La Red Special es la guitarra de toda la carrera de Brian May.

Estamos hablando de alguien que tenía a su alcance las mejores guitarras del mercado, los mejores lutieres y las mejores ofertas para representar marcas. A pesar de eso, Brian May grabó todos los discos, tocó en todos los conciertos y apareció en todos los videoclips (excepto en uno) de Queen con la Red Special. La misma guitarra que se construyó a los diecisiete años.

Es algo incomprensible que el músico no prefiriese, en algún momento, una guitarra de manufactura profesional, o bien, que decidiese construirse otra, con mejores herramientas y piezas escogidas a medida.

¿Por qué siguió con la misma guitarra?

Tal vez porque le salió muy bien el trabajo y no vio la necesidad de repetirlo, tal vez porque a pesar de probar otras guitarras nunca se sintió tan cómodo como con la primera que tuvo, tal vez porque mientras la construía bromeaba con su padre acerca de que el instrumento llegaría a los mejores escenarios del mundo y se sentía realizado al cumplir su sueño, tal vez porque la compañía del progenitor confería al objeto una pulsión freudiana irresoluble…

Quién sabe. No creo ni que él mismo tenga una respuesta.

Bueno, la razón de más peso es que el chaval hizo un trabajo formidable. Algunos de los elementos introducidos por May en la construcción fueron innovadores en su campo, además de que el modelo de la guitarra ha sido reproducido por varios constructores y se le reconoce su talentoso diseño. La Red Special ya forma parte de la familia de prototipos históricos.

Con todo, hay que decir que cuando hablamos de Brian May, hablamos de alguien bastante capacitado. Vaya por delante que, al insigne guitarrista sólo pudo apartarle de su carrera como astrofísico el éxito de Queen. La redacción de su tesis, basada en investigaciones en el observatorio Teide, en Tenerife, se vio truncada para convertirse en el guitarrista de uno de los mejores grupos del siglo pasado.

En una charla divulgativa del libro Brian May’s Red Special, el guitarrista menciona aspectos de su educación. El músico define como “victoriano” el enfoque de su labor, debido a su idea multidisciplinar del saber. El arte y la ciencia, en aquellos tiempos pasados, formaban parte del campo del conocimiento y la línea divisoria entre ambos era inexistente. Estamos ante un polímata de nuestro tiempo.

Además del talento y habilidades del personaje, añadiré algún comentario de cosecha propia sobre el fenómeno de la Red Special.

Creo que los británicos tienen algo de fetichistas desde que escuchan esas historias del rey Arturo cuando son niños. Esa Excalibur que emerge del mundo mágico es el instrumento de poder de todo un rey. Ese anillo que lo domina todo en los mundos de Tolkien. Esa guitarra y el bardo que la toca, inseparables. La magia concentrada en el objeto.

El instrumento tenía que acompañar a la voz de un genio. A Freddie Mercury no lo podías congraciar con el sonido de un objeto impersonal de lujosa manufactura. Su voz tenía que mecerse en el cuenco mágico de la Red Special, la guitarra que nacía del sueño de un niño que quiso estirar el brazo desde su habitación y agarrar la empuñadura de Excalibur atravesando un muro de tinieblas.

Posiblemente, la entrevista más famosa de Freedy Mercury, realizada en los estudios Musicland de Munich.

Freddie Mercury y la guitarra congraciaron. Roger Taylor y la guitarra congraciaron. John Deacon y la guitarra congraciaron. Los cuatro miembros de Queen eran componentes de una alquimia poderosa, reacia a la disrupción.

Estoy revisando una entrevista de 1984 al líder de la banda y sus respuestas me llevan a comprender un poco más el tema que nos ocupa. En palabras de Mercury acerca de los roles de los integrantes del grupo, “… somos cuatro personalidades diferentes y eso es lo que creo que funciona. Somos cuatro cosas totalmente distintas, pero nos juntamos y hay una química que funciona. Y no podría decirte qué es. ¿Quién puede? Es algo que parece encajar. De eso están hechas las buenas bandas. Y nosotros somos buenos.”

La historia de la Red Special y Queen invita a olvidarse del porqué de las cosas. Me quedo con que, a veces, simplemente es cosa de magia.

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