The Raymond Williams Incident y la leyenda de Daniel Bookseller

Eduard Fabregat es el cuerpo y alma del grupo de música The Raymond Williams Incident. Más allá de etiquetas, su propuesta de aires folk y guitarras acústicas ya es leyenda. El motivo principal es la historia que esconde su primer álbum, The unreleased first album of Daniel Bookseller, y los acontecimientos ocurridos durante un viaje que realizó a Barrhill, en el sur de Glasgow.

Light in August – The Raymond Williams Incident.

Todo empezó cuando conoció a la viuda de Daniel Bookseller, la propietaria del Bed&Breakfast donde se hospedaba durante un viaje por Escocia. Entre pintas de cerveza la mujer le enseñó una vieja grabación con las canciones de su difunto marido. Con el debido permiso y respeto, Fabregat se inspiró en la obra póstuma de Daniel Bookseller para realizar un disco homenaje al escocés que nunca conoció. Una vez más, la música gana la partida a la muerte.

Para conocer mejor los detalles de la historia y el disco, le hemos pedido al autor que realizara un escrito para poner en palabras la magia de la leyenda. Haciendo gala del buen humor que caracteriza sus actuaciones, nos ha brindado una entrevista que nunca ha ocurrido ni ocurrirá entre él y Mr. Bookseller. Como no podría ser de otra manera, recomendamos escuchar el disco durante la lectura. Que la leyenda no enturbie la esencia de la música.


The Unreleased first album of Daniel Bookseller
The Raymod Williams Incident
Música y letras: Eduard Fabregat
Grabado entre octubre de 2012 y junio de 2013
Discográfica: Quimera Records
Fotografía: Matías Castro
Bandcamp | Facebook

La entrevista que no podrá ser nunca del autor del disco que nunca se publicó

Por Eduard Fabregat

Intentando escribir alguna cosa que mereciera ser publicada pensé que una entrevista al verdadero creador de las canciones que yo defiendo podría ser más interesante. Seguro que él tiene cosas que contar. El único problema es que Daniel Bookseller, el autor, está muerto y no lo llegué a conocer nunca. Así que me decidí a inventar una entrevista imaginaria a este señor.

Eduard Fabregat: Señor Bookseller, ¿cómo se encuentra usted después de muerto?

Daniel Bookseller: Pues mire, bien, gracias a Dios. La verdad es que la eternidad no es tan larga como parece y uno siempre tiene cosas que hacer. Nunca se sabe donde estarás mañana. Y dígame, la vida terrenal, ¿sigue como siempre? Me han llegado voces que está haciendo muchos conciertos por Catalunya y que hasta ha salido por su televisión nacional.

E.F: Qué sorpresa que le lleguen noticias siendo usted escocés. Pues sí, no me quejo, bastantes conciertos y tocando siempre me lo paso bien. Para empezar, si le parece bien, y en deferencia al lector, déjeme que empecemos por el principio y recordemos cómo hemos llegado hasta aquí.

D.B: Cuente, cuente, ya sabe usted que en esta parte tengo poca presencia.

E.F: Discreparíamos, pero vayamos al grano. Como usted ya sabe, en verano del 2012 fui a pasar unos días a Escocia. Escogimos el bonito pueblo de Barrhill, al sur de Glasgow, ya que solo queríamos pasar unos días tranquilos y, al estar Barrhill lejos de las Highlands, y por lo tanto de las masas de turistas, nos brindaba la oportunidad perfecta de pasar unos días tranquilos sin perder la oportunidad de ver paisajes típicamente Escoceses, como son todos los lagos que se encuentran muy cerca de allí. Allí nos alojamos en un Bed&Breakfast. Barrhill, al no ser un pueblo muy turístico, facilita que uno pueda tener mucha relación con los dueños del establecimiento.

En el Bed&Breakfast conocimos a su mujer, Wilma, la dueña, con la cual pasamos muy buenos momentos. Claro, en el decurso de varias conversaciones con pintas de cervezas las vidas de cada uno fueron aflorando. Yo conté que había formado parte de varios grupos como cantante y guitarrista, y ella me habló de usted, su difunto marido y de cómo componía canciones con la guitarra y después las grababa, con una vieja grabadora, en una cinta de casete. Resumiendo, escuchamos las canciones y a mí me gustaron mucho. Tanto, que conseguí que su mujer me las dejase para poder regrabarlas con más instrumentación y probar de editarlas. Así fue como una vez grabadas, Quimera Records, la pequeña discográfica de Ripoll, decidió editar el álbum. ¿Qué le parece?

D.B: Muy bien, muy bien. Muy buena historia. Me da un poco de vergüenza. Estas canciones no fueron pensadas para ser editadas. Simplemente eran canciones que yo, el dueño de un Bed&Breakfast escocés, componía y mal grababa en una habitación de casa. Me alegro, por eso, que a usted le gustaran y que haya gente que no me conoce de nada que las escuche.

E.F: ¿Le parece si hablamos un poco de las canciones? Al no haber escrito las canciones no puedo hablar nunca sobre ellas. Además, sus letras no son muy claras. ¿Nos puede contar un poco de qué hablan?

D.B: Mire, aquí debemos tener en cuenta dos cosas distintas. La primera es que yo no sé escribir, me cuesta mucho. Así que siempre dejo la letra para el final y acabo escribiendo un poco automáticamente, no sé si me explico. Con lo cual hay canciones que no tienen porqué tener sentido. La otra cosa a tener en cuenta es que estas canciones fueron escritas hace mucho tiempo, y ya casi no me acuerdo. Si quiere le hago un comentario corto de lo que pueda.

E.F: De acuerdo. ¿Le importa si seguimos el orden que le di al disco?

D.B: Light in August, que es la canción que abre el disco, es claramente una de mis favoritas. Es una canción folk, sin ninguna pretensión. Una canción sencilla que habla de una situación cotidiana que le puede haber pasado a cualquier persona en un pueblo en verano. Esperar a gente para ir a dar una vuelta, caminar por el bosque y los campos, hacer el tonto y cuando ya se ha acabado todo, cuando las tardes son cortas y las mañanas frías, dudar de si todo eso volverá a pasar, de si el frío se irá nunca y volverá el buen tiempo.

En Cats, Cornbread & Friends quería hablar de esas situaciones en las que uno se encuentra, que son todo coincidencias y parece que nada tiene sentido. Situaciones frágiles, como cuando uno se va de vacaciones y acaba haciendo amigos que sabe que no volverá a ver nunca más. Situaciones que duran lo que duran pero que acaban teniendo un peso importante. De ahí el título, tres cosas que no tienen nada que ver entre sí, pero que juntas pueden estar bien.

Debo decirle que en la siguiente canción hay una falta de ortografía. Usted escribe Achilles was never blond, pero debería ser blonde, con e. Esta es una canción clara. Parece como si los héroes tienen que ser todos rubios, fuertes y guapos. Pero a veces las cosas no son lo que parecen, y resulta que Aquiles no era rubio. Igual con cualquier situación, a veces no todo es lo que parece.

Flowers blooming in my ear es un ejemplo de lo que le decía. Como no sé escribir, junto palabras y ya. Imagínese que alguien le dice: Haz una canción con la palabra bloom porque es mi palabra favorita. Pues la metes como puedas y vistes frases alrededor de la palabra. ¿Cómo le van a salir si no flores de la oreja a alguien?

Del resto, la verdad, no me acuerdo. Si quiere que le sea sincero, no entiendo porqué están en el disco, no son canciones buenas. Podría usted haber probado con canciones suyas para complementar las mías y así haber hecho un disco bueno entre los dos, y no un medio disco que no está mal y otro medio que no vale la pena.

E.F: Me sorprende que diga eso. En los conciertos que hago presentando sus canciones hay canciones que no ha nombrado que parece que gustan. La diría que Everything That Rises Must Converge, Learning to Fly o The Bible of Dreams son las canciones favoritas del disco de varias personas. ¿Qué le hace pensar que esas canciones no están a la altura?

D.B: Entiendo que el gusto es algo personal, a cada uno le gusta lo que le gusta y no es su culpa. De todas formas usted debe saber que es muy difícil separar las canciones de uno mismo. Al final cualquier canción fue creada por una persona, que le produce sensaciones o recuerdos distintos a los que una persona que la escuche pueda tener. Y si el gusto es algo personal cuando el objeto a analizar es externo, imagínese cuando éste forma parte de uno mismo. Es decir, cuando uno analiza su propia obra no puede evitar ver todas las situaciones mal resueltas. Todas las frases que no supo escribir mejor, todas las repeticiones de acordes que no supo mejorar por no ser suficientemente buen músico, etc.

Hay algunas canciones que, aunque sencillas, tienen algo, y hay otras que les falta este algo. Como creador de las canciones, este algo se hace mucho más presente. De todas formas no me haga caso con la elección que he hecho, me ha pedido que siga el orden y así lo he hecho, hasta que la vergüenza se ha apoderado de mí. Le recuerdo que estas canciones fueron compuestas en una habitación de mi casa sin ningún tipo de pretensión. Que alguien las escuche es una sorpresa que acarrea situaciones embarazosas.

E.F: Entiendo lo que dice. En mí esta situación casi se da por haber grabado yo mismo todos los instrumentos del disco. Me cuesta escucharlo porque oigo mis propios errores. ¿Piensa usted que esto es algo inherente en el creador? Este tipo de decepción con la obra, o la incapacidad de disfrutarla plenamente.

D.B: Creo que uno se ve reflejado en su obra. Hay gente que se mira en el espejo y se gusta, y hay gente que prefiere no mirarse. Ahí ya depende de cada uno y de su situación personal. En mi caso, está claro, no me gusta mirarme en el espejo. Por lo que parece, a usted tampoco la gusta mucho. Aunque usted se atreve a hacer una cosa que yo no hice nunca. Subir a un escenario y tocar las canciones delante de gente que no le conoce.

E.F: Es cierto que tocar las canciones en directo es otra forma de mirarse al espejo. Y según como, puede ser hasta más extremo, ya que uno se ve reflejado en las expresiones de aquellos que lo escuchan. Ya no solo es el juicio que se da uno mismo, sino que es este mismo juicio pasado por el filtro del público. Aunque debo confesarle que el hecho de tocar yo solo con una guitarra acústica me ayuda a superar esta sensación. Hasta ahora siempre había tocado en grupos, con batería, bajo, dos guitarras, etc. Pero siempre me dio la sensación que este tipo de formato, con canciones más roqueras digamos, no ofrece las condiciones necesarias para que haya una comunión con el público.

Recuerdo cuando empecé a tocar la guitarra con el “cau”, donde había tres o cuatro personas tocando y diez cantando. Me da la impresión que uno hace canciones para sí mismo, pero las toca para los otros. Así que ¿cuál es el sentido de un concierto si no te puede aproximar a esa situación en la que el público se siente incluido y puede llegar a formar parte cantando las canciones?

D.B: Claro, muy en la tradición de música popular antes de que hubiera una industria que la mercantilizara.

E.F: Exactamente. Y su música me permite jugar a este juego. Salir y tocar canciones sin pretensiones. Respecto a esto, ¿qué referentes musicales tiene?

D.B: Claramente la música folk. Woody Guthrie, Pete Seeger, Bob Dylan claro, Joanne Baez, Martin Carthy, Nick Drake, etc. También los Beatles me gustan mucho, los Birds, The Allman Brothers Band, Johnny Cash. Ya ve que estoy un poco anticuado en cuanto a música. De todas formas, creo que si una cosa caracteriza a todos estos artistas que he nombrado es la libertad y la no sumisión a la industria.

E.F: Ya que menciona la mercantilización de la cultura. Usted murió a finales de los 2000, y por lo tanto vivió todo el auge de Internet y la piratería. ¿Qué opinión tiene al respecto?

D.B: Mire, debe entender que yo nunca estuve muy metido en esto de la Internet, pero sí que tengo una opinión respecto a la piratería. En este caso me da la impresión que hay que distinguir entre lo que sería piratería, que implica beneficios económicos, y el simple hecho de compartir. ¿Quién puede tener miedo a que compartan la música? Aquellos que hacen dinero de la mercantilización, es decir, la industria y las personas muy metidas en la industria. Para el resto no veo que puede tener de malo. ¿No es mejor que alguien le pueda escuchar a que no lo escuchen? Tampoco hace falta tratarlo más en profundidad. Es cierto que no todos los músicos viven de dar conciertos, hay compositores, arreglistas, etc. que pueden encontrar que esta situación no les devuelve lo que su esfuerzo merece. Cada situación merece un análisis en particular. De todas formas el conflicto es el cambio de paradigma, es la lucha por el mango de la sartén. ¿Volverá a los músicos y al público o continuará en manos de la industria?

E.F: Si me permite que añada algo, a mi me da la impresión que ahora por ahora quien tiene la sartén por el mango son las compañías proveedoras de internet. Pero dejemos el tema. Para ir acabando, usted ha dicho que le da vergüenza, pero ¿qué piensa de que una persona de Barcelona coja sus canciones, las publique y haga conciertos con ellas?

D.B: Pues si ya se lo he dicho antes ya se lo he dicho antes. Me da vergüenza, es todo el rollo que hemos comentado del espejo. De todas formas debo reconocer que yo, como todo el mundo, tengo un ego que alimentar. No puedo evitar pensar que aunque humildemente, sin pretender nada con ello, quizá hice algunas canciones que estaban bien, que pueden gustar y hacer que haya gente que disfrute escuchándolas. Parece un tópico pero al final lo que uno quiere es que se escuchen las canciones como canciones, no porque sean de alguien sino porque son buenas. Si usted hace conciertos, la gente le escucha, vende algún CD de vez en cuando y a alguien le gusta, yo como creador de las canciones me siento más que satisfecho. No tengo nada más que decir. La música es música, y si a alguien le gusta, entonces debe de ser escuchada.

3 comentarios sobre “The Raymond Williams Incident y la leyenda de Daniel Bookseller

  1. Me gustaría preguntarle al señor Fabregat si piensa donar la pequeña fortuna que está amasando a la viuda de Bookseller o se lo piensa gastar todo en cajas de música y enanos de jardín. .

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