La muerte no da lugar a dudas. Es lo más cierto que hay en esta vida. Nos encontramos con ella de frente a menudo y corren ríos de tinta sobre ella. Pero, no se puede decir nada más allá de lo fáctico: “han fallecido 78 personas”. Hechos, datos. Por eso prefiero adentrarme en el misterio de la vida. Sí, en algún momento llegaremos a destino y cruzaremos la puerta. Y entonces comprenderemos y amaremos, y viviremos. Pero mientras ese don no se nos conceda, mientras sigamos en la cola esperando nuestro turno, esto es lo que tenemos: la vida. Cercana y misteriosa a partes iguales.
¿Qué hacemos? A veces tengo la sensación de que simplemente ponemos un pie delante del otro, sin pausa. Derecha, izquierda, derecha, izquierda. En la mente empiezan a surgir imágenes de batallones que avanzan produciendo ese curioso ritmo de percusión con sus botas. Delirando así puede que haya empezado a imitar sus andares por las calles de Madrid. Observo a los demás transeúntes pero nadie me mira extrañado así que asumo que todo ha quedado en mi mente. Pero volvamos, decía que hay momentos en los que simplemente avanzamos, caminamos. ¿Hacía dónde? Suena la alarma. Parón. Esa es la gran pregunta que nos lleva de vuelta a la muerte. Ya nos dijeron esos griegos amantes de la sabiduría que la filosofía era una propedéutica para la muerte. Meditatio mortis unida a la meditatio vitae. Porque si la vida nos lleva a caer en la cuenta de la muerte, pensar en ésta repercute en cómo afrontamos la primera.
La muerte da cierto tono solemne a la vida. Y seguimos avanzando pero esta vez en el caminar hay deseos de permanecer y de comprender mejor. Deseos de atrapar lo efímero y darle cierta permanencia. He ahí el arte. Vida, muerte y arte se dan la mano. Ese es el afán con el que esculpía por ejemplo Giacometti. El arte era su manera de intentar comprender, de ver el mundo exterior. Sus manos se movían de arriba hacía abajo y viceversa dando forma a la tierra. Un movimiento que no cesaba intentando atrapar un mundo que se le escapaba una y otra vez. Pero gracias a ello siguió jugando, siguió creando, siguió dejando que figuras con volumen surgieran de lo plano. Y por eso decía que “en cierta manera no he empezado todavía”. Así, el arte. Así, la vida.
hermosas letras