Yo, a usted, lo veo desnudo

Hace muchos años vivía un emperador al que le gustaba aparentar. Un día, se presentaron en palacio dos tejedores. Dijeron que iban a confeccionar un traje con la tela más fina que existía y le hicieron creer que toda la ropa que hicieran con esa tela sólo podrían verla las buenas personas. Para todos los que fuesen unos incultos la ropa sería invisible.

Cuando el primer ministro entró en la habitación para ver cómo iba el traje del emperador, pensó: «¡No veo nada!«, pero, claro, no podía decirlo por si pensaban que era un ignorante y cuando llegó a Palacio le contó al emperador lo bonito que era el traje. El rey envió a otra persona del reino para que le diera otra opinión, y pasó lo mismo una y otra vez.

El emperador salió desnudo al desfile, pues tampoco él se atrevió a confesar que no veía nada, y sólo cuando una niña lo señaló diciendo que no llevaba nada, se dio cuenta del engaño. ¿Qué hizo? El emperador pensó que tenía que aguantar hasta que acabase todo el desfile. Y siguió adelante más estirado que nunca.

Con parte del arte contemporáneo ha pasado algo semejante. Cuanto más exclusivo es el cliente más está dispuesto a invertir, con lo que las obras se alejan del gran público en una estrategia calculada de mercado. La gente dice que no entiende el arte contemporáneo, y el mercado potencia esa falta de entendimiento premeditadamente.

Un comentario sobre “Yo, a usted, lo veo desnudo

  1. Gracias por tu reflexión, me parece interesante, Creo que el arte moderno hay que apreciarlo con mirada nueva, pero desde luego sin temor a sentir y opinar libremente. El mercado es otro tema, pues es complejo, por eso me parece tan apasionante, es verdad eso de vale lo que esté dispuesto a pagar por él….pero tampoco quiero simplificarlo es un tema muy interesante. Te animo a visitar mi blog de arte El faro de Hopper, un abrazo

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