Mi relato es en blanco y negro

Mi relato es en blanco y negro. Como todos los que he visto de Lorca, Buñuel y Dalí. No es ninguno de ellos, de los genios eruditos que nos dejaron alguna de sus fotografías, como las de la Dalí, que todavía están durmiendo.

Mi fotografía es en blanco y negro. En dos colores. El blanco nos enseña la pureza de delantales limpios y paredes encerradas en el esplendor de un siglo ya viejo. En el color negro, vemos sus caras, la sombra de sus cabellos.

Son aquellas fotografías que nos nublan la vista y que con cautela tocamos con los dedos y nos transportan hacia el lugar de los más remotos pueblos, los entrañables lugares… pues así lo imaginamos sólo con el tacto de ellos. Se nos llena el corazón de muñecas de porcelana que se casan con soldaditos de plomo, y navegan en barquitos de papel, debajo de una luna muda.

Mi relato es en blanco y negro

Ahora estoy en el año 1934, pues mi fotografía es de ese año. Me pondría a investigar en todos los registros civiles, como todas las fotografías que ya he dicho, que nos llaman a voces para saber sus nombres, conocer el color de pelo de sus hijos y saber si brillaban sus cohetes cuando los lanzaban en sus “grises ríos”.

Mi fotografía es en blanco y negro, reiteradamente, sólo se aprecian dos colores. Con una máquina antigua de escribir me pinto la cara de negro, allí está el nombre y apellido de mi padre. Me pinto la cara de blanco… nada… apenas el fondo amarillento de la fotografía. No veo nada, porque no hay nada, y lo más entrañable de todo, es ese color escondido. Hay que buscar el naranja de los árboles y el verde de los ríos… el color azul de sus latidos y el rojo de las pisadas que antaño hicieron.

Por el color de su firma sé que vivió una guerra, del mismo color… negro. Mis bisabuelos murieron los dos en un bombardeo. De ellos, no tengo fotografías ni en blanco ni en negro. Me moriría del placer buscando unos antepasados que no conozco, y pagaría a los párrocos de iglesias para que calmaran mi sed de información.

Me deslumbro cuando veo fotografías de gente que lleva las faldas largas, limpias y «blancas» para dejarlas todavía más puras en un lavadero que ya no conocemos, pero que seguramente, en él, posaron con la mejor de sus sonrisas y con delantales impolutos, donde estaban mis madres y mis abuelas.

Sobretodo, y aunque desconozco el mundo de la fotografía, qué te puedes esperar después de haber visto a alguien sobre un papel. Es como coger un libro, de verdad, y oler sus páginas, y doblarlas, y volverlas a observar hacia delante y hacia atrás. Tomar las notas y respirar el papel, olerlo… y volver a inspeccionar el centímetro de su portada, el milímetro de su página, y el olor a bienestar. Pues con la fotografía supongo que pasará igual.

Qué difícil es tener “aquella” fotografía. Aquella, porque entonces, eran únicas. Pasaban de mano en mano, incluso de generación. Ahora, las tengo yo. No la puedes dejar pasar, tienes que subrayar sus manos, sus labios, sus pantalones o sus paisajes, como se anota en un libro lo más preciado. Sentir el placer de dejarla bajo el cojín y despertar como si de un libro hablándote se tratase. Cuando salga el sol, te hablará de mil cosas que no sabes y tú le seguirás preguntado a primera luz de la mañana.

Como se diría, esto es una elegía a todos los que estuvieron en las fotos y ya no están. Es una elegía porque lloro por ellos y echo de menos un papel y una pluma que me enseñaron que todo se encuentra donde tú lo buscas.

Dame una fotografía y te daré el mejor de los relatos. Porque en el dorso de todas ellas escribiré con pluma y tintero.

Un comentario sobre “Mi relato es en blanco y negro

  1. Te cuento:

    Algunas personas mejores que yo me explicaron ,cuando aún no tenía el suficiente uso de razón, que la importancia de la palabra escrita y de la fotografía no era en sí la capacidad degenerar las más elaboradas poesías o de tener el mejor encuadre para esa fotografía, si no en su capacidad de transmitir emoción y sensaciones utilizando para ello la mínima expresión de la luz o palabras que, desde la sencillez y simplicidad, pueden transformar el enfoque de la vida.

    Y por ello supongo que aunque valoramos físicamente tener palabra escrita y fotografía para alimentar nuestros recuerdos y no dejarlos que se diluyan con el paso del tiempo siempre habrá que aprender que un recuerdo es importante principalmente cuando el único lugar donde lo puedes guardar realmente, es en tu corazón….

    Luis.s

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