«Polvo eres y en polvo te convertirás»… fue la frase que pronunció aquel cura mientras marcaba al fiel oficinista con una cruz de ceniza en la frente; mientras éste, después de persignarse, apresuraba el paso para continuar frente a la hoja electrónica que dejó pendiente en su «bello» cubículo azul.
Y es que el pasado miércoles, con esa austera pero simbólica cruz de ceniza, inició lo que debería ser el principio de todo un ritual espiritual, según explica la Conferencia Episcopal Española: «el gesto de cubrirse con ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios»; sin embargo, ¿cómo iniciar el rito cuando ni siquiera hemos tomado el tiempo para pensar en nuestra fragilidad y mortalidad? ¿acaso la ceremonia festiva no tiene vigencia en estos Modern Times?
Todo parece indicar que el rito ha perdido su sentido y el símbolo su significado, a los ojos de los funcionarios religiosos multitask parece algo anticuado perder su valioso tiempo «productivo» en una misa; lo importante se realizó, la frente marcada es muestra de ello. Sin embargo, podría estar de acuerdo con ellos en la no necesidad de una misa; pero, ¡sí que se necesita de la fiesta!, de la oración, de la meditación; esa es la importancia de la vieja ceremonia.
Las exigencias del día a día nos mantienen ocupados, mientras la vida huye a prisa. Debemos reconsiderar si nuestros diversos rituales son poco eficientes e inadecuados en los tiempos de hoy o si su aporte a nuestras vidas se encuentra justamente en ello, en ser poco eficientes e inadecuados en la vida agitada en la que nos hemos sumergido, dónde en menos de un minuto podemos recibir más de 300 mensajes en Twitter, en jornadas laborales con objetivos alcanzables a costa de extender el trabajo a todos los ámbitos de nuestra vida, en que nuestras casas sean sólo dormitorios, en hacer malabares para no manchar documentos con los que trabajamos mientras comemos porque no hay tiempo de hacer las cosas por separado, etc.
Posiblemente necesitemos darle un poco más de vueltas al asunto; dejar de lado la lista de «pendientes» que acostumbramos tener, y que nos dio tanto placer al tachar aquella tarea pendiente del miércoles: «recibir ceniza».
Una última reflexión, siempre pensé que era un gran error que las clínicas a las que tienen derecho los trabajadores para atenderse ante enfermedades leves tenían un gran fallo: estar cerradas los fines de semana, y sólo atender de lunes a viernes (sí, en los días de la jornada laboral). Ahora, creo que tiene más de acierto que de error, por lo menos nos invita a dejar por un momento el ámbito laboral, apartarse de él (con todo lo que implique en permisos, malas caras de jefes y demás), para simplemente prestarle atención a nuestro cuerpo y decirle «está bien… ¿qué te sucede?, te escucho».
Excelente página