Un grito sin respuesta

Aquella noche tenía la cabeza «desconectada», como decía él. Realmente era que la tenía demasiado conectada: muchos pensamientos a la vez y más preguntas que respuestas. Con frecuencia, el mundo de las ideas no es compatible con el mundo físico.

Llevaba varias páginas del libro sin recordar realmente lo que había leído y decidió ir a dar una vuelta. Vivía en un pequeño pueblo y tenía la montaña a la vuelta de la esquina. Aunque pasaba la medianoche, hacía buen tiempo porque era verano. Se puso las botas y la luz frontal, y cogió el camino hacia el cementerio.

Cuando tomó la tercera curva, las pocas luces del pueblo se escondieron tras una colina y el cielo se encendió. La Vía Láctea se alzaba y partía el cielo, justo delante de él. Estaba acostumbrado a ver las estrellas desde pequeño, pero esa noche fue diferente.

Se subió a las ruinas de un viejo corral. Notaba el aire frío en su cara. Los aromas de las hierbas se mezclaban en un bálsamo mágico. Las piedras que pisaba se movían, pero se sentía firme. Levantó las manos y dio un fuerte grito sin respuesta.

📸 Un grito sin respuesta – Jordi Busquets

Se sentía muy solo. Más si se enmarcaba en el espacio infinito. Pero al mismo tiempo, en ese preciso momento, conectó con todo lo que le rodeaba en una rara sensación de pertenencia. Realmente, él también era una pieza más del gran rompecabezas del universo.

Y esa noche, se hizo un poco más de día.

2 comentarios sobre “Un grito sin respuesta

  1. Lindo relato, corto y «vívido». Tal cual un bálsamo de lectura, al mediodía en mi caso, entre tantos imponderables que atender. Gracias

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