El museo más grande que existe es el mundo, sólo tienes que decidir si compras la entrada. Hace apenas unos días aterricé en Barcelona tras un viaje que ha durado 5 meses recorriendo el sureste asiático. Tras todo este tiempo viajando he descubierto lo poco que sabía del mundo, de sus habitantes y de sus culturas.
En Singapur los chicles están prohibidos. No en la calle, en cualquier sitio. Prefieren que el suelo esté limpio y nadie malgaste su tiempo teniendo que quitarlos, ¡son difíciles de quitar! Eso dicen. En Indonesia hay terremotos cada día. Pueden haber entre 3-4 diarios pero son de una intensidad lo suficientemente baja para que no se noten. Sabaidee es “hola” en laosiano. Las torres Petronas miden 450 m y es uno de los edificios más altos del mundo. 2015 es el año de la cabra según el calendario chino.
En Bangkok se conduce por la derecha. Cuando entras en el edificio principal de un wat—templo budista—, si te sientas, no debes colocar tus pies hacia delante, se considera una falta de respeto. Tienes que sentarte con las piernas cruzadas o con los pies hacia atrás. Se puede decir «camboyano» pero lo habitual es decir «jemer«. La moneda de Vietnam es el dong, la de Tailandia el bath, en Laos encontramos el riel camboyano —aunque usan más el dólar americano—, en Malasia el ringgit, en Singapur el dólar singapurense y en Indonesia la rupia.
En Israel las chicas deben realizar el servicio militar durante 2 años. El estado les paga un “sueldo” durante este tiempo que normalmente utilizan para realizar un gran viaje. En la bandera de Malasia aparece una estrella de 14 puntas. Cada una de ellas simboliza los 14 estados del país aunque ahora son sólo 13, tras la independencia de Singapur. El «embarazo» de un elefante dura 24 meses. Ho Chi Minh City, la antigua Saigón, es la ciudad con más motos del planeta.
Camboya sufrió un genocidio en los años 70 por parte de los jemeres rojos, el partido político que gobernaba. Casi 2 millones de personas desaparecieron/murieron. En la antigua Angkor existía toda ciudad construida principalmente de madera que alojaba a 1 millón de habitantes. Por supuesto, esta no se ha conservado y hoy solo vemos los edificios de piedra que estaban destinados a los reyes-dioses. Según el Islam Jesús no era el hijo de Dios, sólo un profeta de los muchos que envió. Mahoma sería el último. Borobudur, en la isla de Java, es el templo budista más grande del planeta.
En Sulawesi puedes ver al tarsier, el mono más pequeño del planeta. Goa, una pequeña región al sur de Bombai (India) fue colonia portuguesa, no inglesa, y su influencia provocó que a día de hoy, la mayoría de indios que viven en la zona sean católicos…
Podría escribir un libro entero con millones de datos y anécdotas que hoy tengo en mi cabeza. Hace apenas unos días aterricé en Barcelona tras un viaje que ha durado 5 meses recorriendo el sureste asiático. Tras todo este tiempo viajando he descubierto lo poco que sabía del mundo, de sus habitantes y de sus culturas. De personas que, como nosotros, viven su día a día en la otra parte del planeta. Y eso nos queda lejos. Tras todo este tiempo he descubierto que el mejor museo es el mundo. Que el mejor libro es una charla con alguien a quien en tu ciudad no conocerías jamás. Que la mejor exposición fotográfica es mirar a un cielo saturadísimo de estrellas mientras te diriges en moto a ver el amanecer en un volcán. Tras todo este tiempo sé que no sé nada. Y me ha costado 30 años descubrirlo. Pero al menos lo he descubierto. Y lo mejor es que ahora sé un poquito —muy poquito— más, y que no quiero parar.
«The world is a book, and those who do not travel read only one page»
No importa los libros que leas, no importa los museos a los que vayas, los documentales que veas, las fotos que mires o la música que escuches. Nada es comparable a vivirlo día tras día. Y vivirlo significa viajar. Significa tener el coraje de dejarlo todo —porque no tener nada también es aprender— y salir ahí fuera a que el mundo te golpee con su realidad. Algunas veces dolerá, pero otras será infinitamente maravilloso. Y esos golpes se te quedarán grabados en la piel. Todos.
¿Alguna vez has tenido ganas de llorar contemplando la magnificencia de un paisaje? ¿Puedes saber lo que significa eso? Si no puedes no te preocupes porque nunca es demasiado tarde. Nunca es demasiado tarde para hacer un viaje así. Ah, sí, lo sé. Ahí vienen los “peros”. ¿Sabes qué? En mi viaje conocí a una familia con una niña de 3 años que llevaban 8 meses viajando. ¿Cuál es tu excusa? Dímela, vamos.
No te voy a mentir. No estoy hablando de viajes que duren 2 días o 2 semanas. Hablo de viajes que se viven en un calendario donde sólo aparecen meses. Donde los días no importan. Viajes que se transforman y que te transforman. El viaje que te enseñará mucho más de lo que hayas aprendido durante toda tu vida. No sólo de todo lo que te rodea, si no también de ti mismo. El viaje que te llevará hasta límites a los que nunca hubieras pensado que podrías llegar. El viaje que te mostrará a un “yo” que jamás conocías. Para lo bueno y para lo malo. Un viaje donde aprenderás que la vida es algo más que un trabajo y una casa.
Que se puede vivir con lo que entra en una maleta pequeña. Que venimos a este mundo a disfrutar y ser felices, y a veces, nos empeñamos en encerrarnos en una jaula donde no vemos más allá de nuestras facturas. “Porque es lo que hay”. El mundo muere un poco cada vez que alguien dice esa frase. Y desde que llegué a España, ya la he escuchado muchas veces. Para mí no es lo que hay. Me niego. Me niego con todas mis fuerzas.
No me importa quién eres. Ni tu edad ni tu sexo ni tu profesión. No me importa si te gusta viajar o no, si tienes inquietudes o no. Solo te pido que vivas. Que aprendas. Que sientas. ¡Que luches! Que olvides las excusas. Y los miedos. ¿De qué tienes miedo? Nacemos sin nada. Moriremos sin nada.
Y ahora te pregunto: ¿me acompañas en mi próximo gran viaje?
Yo ya he comprado mi entrada.












Fotos: Ana María Guiot