Orixás.- La voz del cuerpo con estética negra

La trata de personas era un negocio boyante en los siglos XVIII e inicios del XIX, los comerciantes de negros iban por los puertos de Brasil vendiendo a los esclavos, el trayecto iniciaba en Lisboa o en puertos españoles y se extendía cruzando el océano. Con el afán de obtener la mayor cantidad de recursos en cada viaje, la sobrecarga era una constante, la insalubridad y el maltrato una situación recurrente, producto de esto, muchos cuerpos eran lanzados al océano para no contaminar a otros, este comercio veía a los seres humanos como especímenes con un valor asignado por su capacidad de trabajo, los negros tenían un valor, que era dado por el mercado y un blanco que tenía el derecho de lucrar con él.

En el siglo XVIII la zona sur de Brasil tuvo un despegue económico sin precedentes, en parte, influenciado por sus vastas zonas de pasto natural que impulsaron la producción de ganado, el cuero que abastecía a las grandes ciudades fue el primer impulso, seguido de la “carne seca” que gracias a la sal podía preservarse de buena forma durante el viaje, fueron enviados a otras ciudades de Brasil y Europa animales faenados para el consumo y en los mismos navíos trajo de regreso a los esclavos negros, que eran considerados animales de carga y trabajo.

Este lugar de faenamiento fue conocido como “charqueadas”, por su nombre en portugués, la carne salada “charque” le da su nombre; en la zona sur de Brasil existen varias charqueadas que están conectadas por brazos de río que conducen al océano, agua que vio correr mucha sangre, recorre esta zona, que en algún momento fue el canal de salida de la carne seca, de llegada y muerte de esclavos y enriquecimiento desmedido de los terratenientes.

Danzante Orixá en el recorrido histórico.
Danzante Orixá en el recorrido histórico

Ahora, en 2023, un proyecto de reivindicación se apodera a través del arte de estas tierras, la Dança dos Orixás, Daniel Amaro es el responsable del espectáculo y dice que es un trabajo “para pensar en la humanidad con la estética negra”. Con una exposición integrada por arqueología, historia, arte, danza, turismo, se presentan en la Charqueada de São João, donde sus ancestros negros fueron asesinados y obligados a trabajar en jornadas sin fin, el agua que vio correr su sangre ahora puede trasladar en el tiempo a la gente que visita el lugar.

La llegada a la charqueada es por un camino de tierra que ya conecta con otra época aún no definida en el pasado, una vez que se ingresa se puede sumergir como un personaje del siglo XVIII, la arquitectura muy bien preservada muestra la marcada diferencia de clases, la gran casa para los patrones y la parte posterior entre matorrales para la servidumbre negra, la arquitectura dice mucho de los espacios asignados según la escala social.

Antes de iniciar el que será un recorrido histórico los danzantes hacen su proceso de calistenia, los visitantes comienzan a unirse por el sonido del tambor que motiva movimientos armónicos para conectar cada parte del cuerpo.

A pocos metros, el arqueólogo e historiador Lucio Menezes Ferreira muestra y explica sobre vestigios encontrados en el lugar, producto de excavaciones que investigan el recorrido de la diáspora africana en Brasil. Esa fusión entre conocimiento y saberes enriquece la exposición y la torna un espacio real de generación de preguntas y cuestionamiento personal a la humanidad misma, el activismo de la academia es un punto de válida conexión. Se viven otros tiempos, pero que deben ser construidos, exigidos, de forma reciente las redes sociales anunciaron que Margareth Menezes, una cantante negra asume la cartera de Cultura en Brasil.

Y la religión, también está presente, los pocos momentos que un esclavo debía descansar los empleaba para consagrar a sus dioses y para compartir con sus hermanos, compartir el sufrimiento de los duros momentos que un día se vivieron; durante el ritual religioso se establecían actos de solidaridad y lazos de parentesco que no podían establecerse en la rutina del esclavo.

El negro no podía adorar a ningún tipo de imágenes y solo los señores tenían derecho a honrar a sus imágenes de la religión católica, pero en esos momentos de encuentro es que sus Orixás se conectaban a través de la danza y el retumbar de sus tambores, así como el movimiento acompasado de sus cuerpos que sale desde el interior de cada hermano.

Danza de los Orixás.

El énfasis está en la voz de cada cuerpo que habla y grita de un cuerpo que nació libre, pero en las charqueadas encontró el castigo y el sufrimiento, de una piel que no podía gritar más que a través de su danza. La libertad de un cuerpo que fue obligado a ocultar la historia, pero que ahora permite pensar una humanidad diferente, sin esclavitud, a través de la estética negra, en un legado de fuerza y fe.

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